La democracia argentina, en sus cuarenta años

26 de abril de 2023 | Clarín
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Por Marita Carballo

Hemos vivido estas cuatro últimas décadas en democracia con las libertades que ello implica y eso es un logro fundamental. Pero tenemos una enorme asignatura pendiente.

El índice de Democracia de The Economist 2022 muestra que en el mundo hay solo 24 países que tienen un régimen totalmente democrático (8% de la población global), 48 democracias imperfectas (37% de la población global), mientras 59 países viven bajo regímenes autoritarios y 36 con sistemas híbridos. La primera conclusión es que solo el 45% de la población mundial y el 43% de los países, de acuerdo a este índice, viven dentro de la democracia.

El primer lugar en el índice lo ocupa Noruega, segundo Nueva Zelanda y le siguen en los primeros puestos países nórdicos europeos. La Argentina se encuentra entre los países de democracia imperfecta en la posición 50 entre 167 países.

Solo tres países de América Latina son democracias totales -Uruguay, Chile y Costa Rica-, mientras cuatro tienen regímenes autoritarios (Haití, Cuba, Nicaragua y Venezuela), 8 híbridos y los restantes clasifican como democracias imperfectas. El declive democrático es muy generalizado y comprende democracias maduras como Estados Unidos y países de la Unión Europea así como también a nuestra región, Latinoamérica.

En diciembre próximo se cumplen 40 años de democracia en Argentina y esto de por sí es una muy buena noticia, algo para festejar, un avance. Hemos tenido elecciones periódicas, libres, limpias y con alternancia en el poder a lo largo de estas décadas. Pero dicho esto, también debemos decir que la democracia enfrenta grandes desafíos y muchos problemas sin resolver .

El engranaje institucional de la republica presenta grandes falencias . Hay desencanto con el sistema, con una amplia mayoría insatisfecha con su funcionamiento (70%) y se percibe a la dirigencia muy alejada de la gente con solo 1 de cada 10 argentinos que piensa que se gobierna para bien del pueblo y una mayoría abrumadora que se gobierna para beneficio de los poderosos. A esto se suma que los argentinos ven un país dividido en bandos opuestos que se responsabilizan mutuamente por los fracasos. Esta percepción de sociedad fracturada es un grave obstáculo.

Desde la vuelta a la democracia en 1983 encontramos los mismos problemas que se reiteran porque no se resuelven: inflación, inseguridad, corrupción, pobreza. Distintos indicadores muestran que hemos retrocedido en las últimas décadas. Así, mientras en 1983 la pobreza era del 16% hoy un 40% son pobres (50% entre los niños y adolescentes). La informalidad en el empleo era de 22% y hoy ronda el 45%.

Las evaluaciones nacionales e internacionales de educación como Aprender y Pisa dan cuenta de un importante retroceso en nuestro país en la escuela primaria y secundaria detectándose una baja en la calidad de la enseñanza y en el posicionamiento del país. Estamos lejos en la construcción de una sociedad justa e integrada a la que aspiramos. Pobreza, desigualdad e inseguridad atraviesan nuestras sociedades.

En lo político, al asumir Alfonsín la ciudadanía apoyó a la democracia con altos índices de confianza en el sistema político y en sus instituciones. Pero desde 1990 y hasta nuestros días las opiniones son fuertemente críticas al evaluar su funcionamiento y la confianza institucional. Dentro de las instituciones en que se confía hoy encontramos las Universidades y las ONG. Pero han caído fuertemente las más ligadas al sistema político como Congreso, Justicia, sindicatos y partidos políticos (confianza por debajo del 20%).

La confianza interpersonal y en las instituciones son dos elementos clave para construir una sociedad mejor, democracias más saludables y alcanzar un desarrollo económico sustentable. Sin confianza es imposible acumular capital social, ese conjunto de valores informales compartidos por los miembros de un grupo y que les permite cooperar entre sí en la búsqueda del beneficio mutuo. La escasez de capital social está en la raíz de nuestros males, entre ellos el pobre desempeño de la economía y la política.

En Argentina sólo dos de cada diez personas declaran que se puede confiar en la mayoría de la gente, en tanto que los ocho restantes consideran que hay que tener mucho cuidado cuando se trata con los demás. Casi todos los argentinos confían en sus familias y amigos pero muy poco cuando nos alejamos del círculo más íntimo.

La creación de capital social se consigue mediante la educación y exige inculcar normas y valores comunes y esto se consigue mediante el hábito, la experiencia compartida y el ejemplo de liderazgo que debería surgir de la dirigencia. Requiere un cambio cultural y de comportamiento.

Los argentinos se encuentran muy descontentos y desesperanzados con el futuro del país. Hay un distanciamiento enorme entre los ciudadanos y sus representantes luego de décadas de promesas incumplidas y de falta de escucha.

Esto ha generado polarización y grieta donde el mecanismo binario amigo-enemigo pareciera ser la estructura emergente. Este escepticismo se acentúa al no ver oportunidades de desarrollo personal y de progreso del país. La inflación es el principal problema y es un foco de conflicto importante.

Genera mucho stress y enojo sumado a las carencias económicas. En el último estudio de WIN Voices en 39 países la Argentina aparece entre los de peor estado anímico y solo superado en stress por Perú y Kenia.

Es importante que la clase dirigente, y en especial los políticos, registren este estado de ánimo que puede tener serias derivaciones y se enfoquen en resolver los principales problemas y demandas de la población evitando enfrentamientos inconducentes.

Además, la resolución de estos problemas se da en el contexto de importantes amenazas a la democracia como son la desinformación, las noticias falsas, la polarización ciudadana, la crisis de los partidos políticos o las nuevas agendas como el calentamiento global que hacen necesario políticas a largo plazo.

Hemos vivido estos 40 años en democracia con las libertades que ello implica y eso es un logro importante . Pero tenemos una enorme asignatura pendiente y solo podremos alcanzarla mediante el trabajo conjunto y la cooperación entre los actores políticos.