La mayoría de los argentinos no sabe cómo actuar ante un ACV
Hay síntomas que pueden esperar y otros que no. Los de ataque cerebrovascular (ACV) integran el segundo grupo: representan una emergencia médica. Cada minuto que se pierde en buscar ayuda, se eleva el riesgo de morir o de sufrir secuelas permanentes como dificultad para pensar, hablar o moverse.
"Dado que uno de cada cuatro corre el riesgo de sufrir un ACV a lo largo de su vida, es de interés para todos conocer sus signos. El tiempo perdido es pérdida de cerebro, y buscar atención de emergencia tan pronto como se detecten los síntomas salva vidas y puede facilitar tratamientos que mejoren nuestras posibilidades de una recuperación completa", afirman desde la World Stroke Organization (WSO), en el Día Mundial del ACV, que se conmemora cada 29 de octubre.
En ese sentido, un relevamiento realizado por la consultora Voices de la que participaron 806 varones y mujeres mayores del Área Metropolitana de Buenos Aires, Córdoba, Rosario, Mendoza y Tucumán, reveló datos preocupantes: aunque el 70% dice saber lo que es un ACV, solo un tercio conoce reglas que permiten identificar los síntomas rápidamente y un 5% no pudo identificar ninguno.
Además, solo el 38% declaró sentirse preparado para reaccionar correctamente ante un caso cercano. Y a la hora de decidir qué hacer, 3 de cada 4 dijeron que irían al centro de salud más cercano en lugar de de ir al que esté preparado para atenderlo.
Y casi la mitad (4 de cada 10) desconocen que el tratamiento debe iniciarse lo antes posible, dentro de las cuatro horas y media de iniciados los síntomas para evitar secuelas o la muerte.
No obstante, la mayoría (8 de cada 10) reconocieron que les preocupa sufrir un ACV, especialmente las mujeres mayores de 35 años y los consultados de menores recursos.
A continuación, 10 datos clave sobre el ACV, entre los que se incluyen síntomas, qué hacer si se produce un ataque, ¿isquémico hemorrágico o transitorio? y cómo prevenir el ACV (porque el 80% de los casos pueden evitarse).
Tiempo es cerebro
El accidente cerebrovascular ocurre cuando un coágulo o una hemorragia interrumpen el flujo sanguíneo al cerebro. Sin sangre rica en oxígeno, las células cerebrales mueren. Cada minuto que transcurre durante un ACV se pierden dos millones de neuronas.
Asimismo, cada 15 minutos ganados en el inicio del tratamiento se traducen en un 4% menos de mortalidad y un 4% más de probabilidades de sobrevivir sin secuelas significativas, informó la Sociedad Argentina de Neurología (SNA) en un comunicado por el Día del ACV.
"Estos datos reafirman la necesidad de actuar de inmediato ante los primeros síntomas y llamar sin demora al servicio de emergencia", enfatizó el médico neurólogo Pablo Ioli, presidente de la SNA.
Isquémico o hemorrágico
El ACV se produce cuando una arteria cerebral que lleva sangre y oxígeno al cerebro se obstruye (ACV isquémico) o se rompe (ACV hemorrágico). La mayoría de los episodios, alerededor del 85%, son isquémicos, mientras que el 15% restante son hemorrágicos.
"En todos los casos, la atención rápida y coordinada resulta determinante para reducir la mortalidad y las secuelas neurológicas", afirmó Gabriel Persi, vicepresidente de la SNA.
Síntomas
Los síntomas principales de un ataque cerebral son un dolor de cabeza repentino y muy severo, no sentido nunca antes; debilidad o parálisis súbita en un brazo o la mitad del cuerpo y pérdida de la visión de un ojo o ambos; problemas para hablar o entender; vértigo, falta de coordinación, inestabilidad.
No hay que acostarse a descansar, ni postergar la consulta: es una emergencia médica.
Ante la aparición de cualquiera de esos síntomas hay que llamar inmediatamente al número de emergencias (107, 911, o al que indique cada jurisdicción o servicio de emergencias para llamar en caso de riesgo de vida).
Al personal de salud le resultarán valiosos dos datos: la descripción de los síntomas y la hora de inicio, sostuvo Ioli.
El relevamiento realizado por Voices reveló que la mitad de los consultados cree que las ambulancias tardan demasiado y 38% considera más rápido trasladarse por cuenta propia.
"El primer reflejo debe ser llamar al servicio de emergencias y, si por algún motivo no es lo más conveniente, dirigirse a un centro preparado para el manejo del ACV, que probablemente no sea el más cercano", indicó Matías Alet, médico neurólogo de FLENI y titular de la Unidad de ACV del Hospital Ramos Mejía.
Ataque isquémico transitorio
Los ataques isquémicos transitorios (AIT), también conocidos como mini-ACV (aunque el término es cuestionado), son causados por la súbita pérdida de flujo sanguíneo en el cerebro. ¿La diferencia? Los AIT duran poco (solo ocasionalmente se prolongan por algunas horas), se resuelven solos y no dejan lesiones visibles, ni siquiera a través de resonancias.
Se trata de poderosos llamados de atención que no hay que subestimar. ¿La razón? Un AIT puede ser la antesala de un futuro ACV.
"Históricamente, el AIT se definió como un evento cerebrovascular cuyos síntomas duran menos de 24 horas. Suele ser lamentablemente descripto como un mini-ACV, lo que lleva a subestimar su importancia. Sin embargo, sabemos que hasta el 30% de los ACV son precedidos por un AIT, y la mitad de esos ocurren dentro de las primeras 48 horas. Ignorarlo es, muchas veces, perder una oportunidad de prevenir un evento mayor", dijo a Clarín Virginia Pujol Lereis, subjefa del Centro Integral de Neurología Vascular de Fleni.
La ventana de tratamiento: cuatro horas y media
La ventana de tiempo para realizar un tratamiento efectivo se ha ido ampliando en los últimos años, pero sigue siendo estrecha, por lo que es fundamental actuar con velocidad, subrayan los especialistas. Por tratarse de una enfermedad tiempo dependiente, hay que actuar contrarreloj.
"La complejidad y los recursos requeridos son mayores y las posibilidades de recuperación total disminuyen drásticamente con el paso del tiempo", alertó Adolfo Savia, médico emergentólogo y terapista intensivo, Presidente del Consejo de Emergencias de la Sociedad Argentina de Medicina y Director Médico de la Clínica de Rehabilitación Otamendi.
"Al principio teníamos tres horas para administrar por vena una droga que ingresaba al coágulo y lo abría totalmente (trombolisis), eso en la actualidad se amplió a cuatro horas y media. Pero hay mucha gente que quedaba fuera de esa ventana, que no podía ser tratada a tiempo. Ahora hay novedades para que aún quienes llegan tarde tengan chances de ser tratados. Para el isquémico hay una cantidad importante de nuevos dispositivos que buscan entrar al cerebro y, si todavía hay condiciones que lo permitan, extraer el coágulo dentro de las 24 horas desde el inicio de los síntomas (trombectomía). Hay nuevas drogas, nuevos dispositivos. También quedó demostrado que cuanto antes se opere el hemorrágico es muy beneficioso para el paciente", precisaba en una entrevista con Clarín Pedro Lylyk, presidente de la Fundación para el Estudio de las Neurociencias y la Radiología Intervencionista (FENERI) y director general de ENERI (Equipo de Neurocirugía Endosvascular y Radiología Intervencionista) y de la Clínica La Sagrada Familia.
La terapia trombolítica y la trombectomía mecánica son tratamientos que han demostrado salvar vidas y reducir la discapacidad. Incluso si no tiene acceso a este tipo de tratamiento, se ha demostrado que el tratamiento en un centro primario de atención de ACV salva vidas y reduce las complicaciones, dicen desde la WSO.
En este sentido, la Sociedad Neurológica Argentina apunta que la prenotificación del equipo médico antes de la llegada del paciente y la existencia de protocolos definidos son pasos claves para reducir los tiempos puerta-aguja (desde el ingreso al hospital hasta que recibe tratamiento).
El recorrido del paciente dentro del sistema de salud puede variar según el tipo de centro al que llegue, diferencia la SNA y precisa que los hospitales se clasifican como centros primarios de atención de ACV (brindan diagnóstico y tratamiento trombolítico) o como centros integrales (además cuentan con capacidad para realizar trombectomía mecánica en casos seleccionados).
"En ningún lugar del mundo es necesario que todos los centros de salud tengan el mismo nivel de complejidad para brindar todas las prestaciones. Lo que sí es clave es articular para que cada persona sea derivada en tiempo y forma al centro correcto para recibir la atención que requiere" , señaló en ese sentido Alet.
Prevención: 8 de cada 10 se pueden evitar
La mayoría de los ACV (entre el 80% y 90%) se asocian a factores de riesgo que son cada vez más prevalentes, pero sobre los que se pueden tomar medidas para modificarlos.
El más importante es la hipertensión arterial (origina más de la de mitad de los ACV a nivel mundial), seguido por el tabaquismo, el colesterol elevado, la diabetes, arritmias como la fibrilación auricular (que está subdignosticada y subtratada), el exceso de peso asociado a mala alimentación y sedentarismo, la apnea del sueño y el consumo excesivo de acohol y/o de drogas.
Un estilo de vida saludable, que incluya una buena alimentación (la dieta mediterránea es la más aconsejada), no fumar, mantenerse activo, realizar chequeos médicos periódicos en los que se evalúe el riesgo cardiovascular pueden ayudar a prevenir un primer accidente cerebrovascular, según la nueva guía clínica de la Asociación Estadounidense del Accidente Cerebrovascular (American Stroke Association, ASA, por sus siglas en inglés), publicada en 2024 en la revista Stroke.
El riesgo de sufrir un segundo ACV
Aproximadamente uno de cada cuatro sobrevivientes de un ACV corre el riesgo de sufrir otro. "Afortunadamente, hasta el 80% de los accidentes cerebrovasculares relacionados con un segundo coágulo pueden prevenirse", dicen desde la ASA.
"Si tuvo un ACV, colabore con su médico para identificar la causa y crear un plan para prevenir otro. Esto puede incluir controlar la presión arterial alta, adoptar un estilo de vida saludable y tomar los medicamentos según las recomendaciones de su médico", sugieren.
Asimismo, añaden que después de un ACV isquémico o AIT, a la mayoría de los pacientes se les prescribirá una terapia antiplaquetaria o anticoagulante.
Más casos y más jóvenes
Entre los factores de riesgo que no pueden modificarse se incluyen la edad (el riesgo de sufrir un ACV se duplica cada década a partir de los 55 años, (por lo que el aumento de la expectativa de vida también influye en la suba de la cantidad de casos), antecedentes de eventos cardiovasculares (infarto o ACV) en familiares jóvenes, o el haber tenido un ACV o un AIT anteriormente.
Los casos no solo se encuentran en aumento, sino que acontecen cada vez a edades más tempranas. Un informe de la Comisión de Neurología de The Lancet y la WSO destacó que la incidencia en gente joven y de mediana edad, es decir, en menores de 55 años, está creciendo en todo el mundo.
ACV en mujeres
Otro trabajo publicado en The Lancet y del que participó Alet halló no solo que la incidencia se encuentra en aumento y a edades más tempranas, sino que está elevándose también el número de mujeres afectadas y la mortalidad.
El ACV en las mujeres puede presentarse con síntomas menos típicos que en los varones, como confusión, fatiga o cambios en el estado mental, además de debilidad generalizada inespecífica, según reportó un metaanálisis internacional publicado en el International Journal of Stroke.
La mayor prevalencia de esos signos difusos en las mujeres pueden demorar el diagnóstico y el inicio del tratamiento, lo que contribuye a peores resultados. En América Latina, el Latin American Stroke Registry (LASE) -del que participan centros de Argentina- también confirmó mayores tasas de mortalidad y discapacidad entre las mujeres.
"Por más que los síntomas típicos ocurren en ambos, las mujeres presentan algunos que no son los más clásicos y llevan a la confusión acerca de que si lo que está ocurriendo es realmente o no un ACV", planteó Pujol Lereis, una de las impulsoras del LASE.
La nueva guía de la ASA incluye nuevas recomendaciones específicas para mujeres según género y sexo. Sostiene que los profesionales de la salud deben evaluar las afecciones que pueden aumentar el riesgo de ACV en las mujeres, como el uso de anticonceptivos orales, la hipertensión arterial durante el embarazo y otras complicaciones del embarazo (como parto prematuro, endometriosis, insuficiencia ovárica prematura), así como la menopausia precoz.
Asimismo, apunta que las mujeres transgénero y las personas de género diverso que toman estrógenos para reafirmar su género también podrían tener un riesgo incrementando, por lo que es importante seguirlas de cerca.
El peso de los determinantes sociales
Otra de las novedades de la guía en relación a su edición anterior (que era de 2014), es el énfasis en los determinantes sociales de la salud y su impacto en el riesgo de ACV.
Los determinantes sociales de la salud son factores no médicos, como la educación, la estabilidad económica, el acceso a la atención médica, la discriminación, el racismo estructural y los factores del entorno (como la dificultad para caminar, la menor disponibilidad de alimentos saludables y la escasez de recursos sanitarios), que contribuyen a las desigualdades en la atención médica e influyen en la salud general.
El trabajo publicado en The Lancet del que participó Alet también hace foco en el impacto de la desigualdad.
La contaminación y la pobreza son factores que incrementan el riesgo. De hecho, la incidencia, la discapacidad y la mortalidad asociada al ACV es más alta en los países y sectores de menores recursos, "porque sus habitantes no pueden acceder ni a los medicamentos básicos, ni a los controles de presión arterial, y por ende tienen mayor mortalidad y mayor discapacidad", explicó el médico.
"El ACV es una enfermedad que necesita de políticas públicas", concluyó.